51.- Cuento del papá y su hija

Había un gran científico que estaba buscando la fórmula para cambiar el sistema educativo, para cambiar las empresas, para cambiar el mundo. Siempre lo externo, gran científico, un gran catedrático, con muchos libros publicados y que salía por la TV. Tenía una hija de 7 años que un buen día entra en su despacho y le dice: “Papá, ¿me dejas ayudarte?”  El hombre le dice: ¡no, esto son cosas de mayores!, niña vete a jugar, déjame en paz. La niña, que  no se iba, con su inocencia, le dice: “Papá, venga, va, ¡déjame ayudarte!”

El hombre ya cansado, coge una revista, ve la imagen del mundo y dice, ¡ah, mira, qué buena idea!. Trocea la revista y le da, a modo de puzzle, la imagen del mundo rota. Entonces le dice: “hija mía, aquí tienes el mundo todo roto, va arréglalo tú solita.

Pensando el padre que le llevaría días a la niña, porque no tenía ni idea de cómo es el mundo, y así le dejaría en paz. Pero, al cabo de 2 minutos, en esa inocencia preciosa, la niña le dice: “Papá ya está, ya lo he arreglado!”

El hombre mira y, sí, sí, el puzzle estaba compuesto perfectamente. Y dice hija mía, ¿cómo lo has hecho? ¡Si tú nunca habías visto la imagen del mundo!.

La niña le contesta, ¡ya!, yo cuando me has dicho arregla el mundo, me he quedado en plan, ¡pues ni idea! Pero luego me he acordado que cuando has cogido la revista,  al otro lado de la imagen del mundo,  había la imagen de un hombre. Y, nada, le he dado la vuelta a los papelitos y me he dado cuenta de que “Al arreglar al hombre he arreglado al mundo.”

 

Extraído de una conferencia de Borja Vilaseca en ESADE.


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Comentarios: 2
  • #1

    Gustavo (viernes, 07 agosto 2015 16:27)

    Que razón tiene la niña. Bendita inocencia y que verdad es. Ojalá y todos hiciésemos lo mismo.

  • #2

    Mari Carmen (viernes, 07 agosto 2015 16:39)

    Gracias, Gustavo, por tu comentario.
    Si quitáramos la jerarquía hacia los hijos y sembráramos relación de iguales (igual valor, cada uno con su responsabilidad), aprenderíamos mucho con gran bienestar y mutua admiración!
    Un fuerte abrazo,
    Mari Carmen