Estrategia de cambio en la comunicación

Otra forma de hacer llegar un mensaje desde el interior

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Cada vez es más visible la importancia de una buena comunicación en todas nuestras relaciones, tanto las personales, interpersonales, como profesionales. Una buena calidad en la forma de hacer llegar y recibir nuestros mensajes nos aleja de malentendidos y aumenta nuestro bienestar y sociabilidad.

 

Eficacia con el interlocutor

 

Para que nuestro mensaje llegue a su receptor, es muy acertado el término que muestra la PNL (Programación Neurolingüística) de crear un marco conversacional. Se trata de unos requisitos mínimos en crear ese ambiente, como un lugar libre de sonidos estridentes o que puedan restar atención (TV, música alta, otras conversaciones). Otro aspecto a tener en cuenta es el momento, de nada sirve cuando el receptor de nuestro diálogo está a punto de irse o embaucado en un asunto que pueda abstraerle de nuestra atención.

 

Nivel del mensaje

 

En una conversación, puede haber distintos niveles, regulados por la importancia del asunto a declarar. Se ha de tener en cuenta la diferencia entre una charla circunstancial, una emocional y una general.

 

La primera, suele suceder como resultado de un momento no experimentado en el que deseamos compartir nuestro pensamiento con el fin de recibir un feedback o mejor propuesta a nuestra propia solución del acontecimiento, obtener más alternativas.

 

La segunda, suele ser más delicada, dado que se requiere de una sensibilidad especial en el receptor, o el resultado puede ser de desaliento, incluso de desazón. Si el emisor está dispuesto a mostrar su punto de vista en la situación en la que se ve envuelto, sabiendo que está en un momento álgido, es decir, que está con buen ánimo, el receptor no dificultará en su estado. En el caso de que su estado anímico sea de poca energía, quedará expuesto, si no indica su necesidad de empatía, a un resultado descorazonador.

 

La general, requiere de una reflexión de aquello que queremos transmitir, tener claro qué concepto es el que nos mueve a compartir. Para ello, es aconsejable adoptar una actitud abierta, en la que demos paso a otras opciones que nos muestre el interlocutor, de manera que el diálogo sea próspero en cuanto a resultados.

 

Herramienta clave, la asertividad

 

Uno de los ases más potentes en la comunicación es, sin duda, la asertividad. En términos generales, se podría entender como la capacidad de saber decir un no sin que nuestra identidad se viera afectada. Sin embargo, hemos de intentar no confundir la forma agresiva o la pasiva. Aquella con la que decimos lo que deseamos a “bocajarro”, sin tener en cuenta el contexto y la persona con quién estamos, no nos conduce a una buena comunicación. Tampoco la pasividad, en la que cedemos nuestro confort en privilegio a la otra persona, hace sentirse bien. Lo ideal es hallar el equilibrio, dando importancia a ambas partes, sabiendo acompañar a ese “no” de una explicación, junto a otras opciones de solución.

 

Buen nivel de escucha

 

En la medida en que aprendemos a escucharnos, entramos en el arte de la escucha atenta. Es requisito imprescindible para una buena relación y comunicación. Son muchas las veces que surgen conflictos por no tener en cuenta esta práctica tan necesaria, tanto a nivel personal como laboral. Una buena estructura para practicarlo, consiste en suspender tus propios pensamientos y prejuicios ante la persona que está hablando. Se trata de poner la mente neutra, con la intención de empatizar y entender el sentido de la conversación. Es importante darse la oportunidad del entrenamiento, nuestro pensamiento surge y nos abstrae de una buena escucha, estamos muy acostumbrados a interpretar lo que nos quieran decir, sin dar lugar a la excepción.

 

Ser maestros de nuestra comunicación es una tarea diaria. Si nos enfocamos en el crecimiento de nuestras cualidades, en el aprendizaje generativo, aquél que surge de nuestro propio interior, combinando nuestra experiencia y aquellos aprendizajes que recibimos de figuras de autoridad, reveladores para nosotros, sin duda saltaremos de una mentalidad rebelde a una adulta. Después de todo, un adulto es el único responsable de su libertad de acción y ésta viene condicionada por su actitud.


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